Nos ponemos chulos. El temazo de esta semana nos lleva al Madrid de principios de los ochenta. De las bandas. De las reyertas. Los punks, los rockers y los pijos andaban a la gresca en los años de la movida. Eloy de la Iglesia le encargó a la banda Burning forjada en el muy castizo barrio de La Elipa, la banda sonora de su película Navajeros en 1980. En esta cinta de cine quinqui –así se llamó este subgénero- se cuenta la historia de El Jaro, un delincuente quinceañero de San Blas que se enamora de una prostituta madura. La canción que nos ocupa, de hecho, pinta una escena de sexo y droga en la que participa la desigual pareja.
La voz y la cabeza de Toño Martín compusieron este tema en realidad pensando en su mujer Esther. Era los tiempos dulces de una relación complicada marcada por los excesos de las drogas. Cansado de ese mundo frenético, Toño deja el grupo y Madrid en el 83 y se marcha a Briviesca donde trabaja en una peluquería de su mujer, en el Ayuntamiento y en la construcción.
Sin embargo, recayó de su debilidad al volver a la capital en el 87 y luego a Barcelona. Castigado pero acompañado del cariño de su mujer e hija Penélope (también agasajada con un temazo: ’¡Loco por ti, Penny!’) deja este mundo el 9 de mayo de 1991. Se dio la circunstancia de que otro 9 de mayo justo seis años después, en 1997, el mismo día, también moría el otro gran pilar del grupo, el cordobés de Rute Pepe Risi.
Burning siguen vivos gracias al empeño de Johnny Cifuentes, el único de los que iniciaron el proyecto en el 74 que aguanta el tirón regentando aún su pub ‘El Cocodrilo’ en Batán. En todos sus conciertos, terminan con un himno para los rockeros, el Johnny B.Goode de Chuck Berry. Larga vida al Rock, amigos.
El vacío total
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