Pistoia es una hermosa ciudad toscana con cerca de noventa mil habitantes. Es famosa por su Catedral, su Baptisterio y también por la Iglesia de San Andrés y el púlpito que habita en su interior con el precioso relieve de “La matanza de los inocentes” de Giovanni Pisano. Pistoia también presta su nombre a las pistolas porque allí fue donde se empezaron a manufacturar en Europa en el siglo XVI. Según la Wikipedia Miguel Ángel Buonarotti dijo de los pistoieses que eran “enemigos del cielo”.


Y, claro, como toda ciudad italiana tiene su equipo de fútbol: el (o la, según el momento) Pistoiese.
El Pistoiese es conocido los Arancioni y también como “los holandeses” por el color naranja de sus camisetas. Desde que en 1921 se creara la Unione Sportiva Pistoiese la entidad ha sufrido cuatro refundaciones y en toda su centenaria trayectoria apenas ha disfrutado en dos ocasiones de la máxima categoría del fútbol italiano. La primera vez fue en el grupo B de la conocida como División Nacional en la temporada 28-29 (acabó decimosegunda y bajó por la reestructuración para confeccionar la Serie A). La segunda y última, sobre la que ahora abundaremos, se remonta al año 1980.
Marcello Melani, a quien apodan “El Faraón”, prometió en 1973 como presidente del Pistoiese que el equipo ascendería a la Serie A en cinco años cuando todavía estaba en la C y lo logró con apenas un año de retraso. Por eso ahora el estadio de Pistoia lleva su nombre.

Pues bien, esa 1980-81 resultó especial para el fútbol italiano porque tras catorce años sin permitir incorporar extranjeros los clubs que iban a disputar el campeonato podían acudir al mercado forastero para traerse estrellas que subieran el nivel de sus plantillas. La fiebre extranjerizante fue tal que apenas cinco de los dieciséis componentes de la Serie A (Ascoli, Brescia, Cagliari, Catanzaro y Como) decidieron no aprovechar la oportunidad de fichar a algún crack internacional, por lo que en el verano del 80 aterrizaron en Italia Krol (para el Nápoles), Bertoni (Fiorentina), Brady (Juventus) o Prohaska (Inter).
Y el Pistoiese no quería ser menos en el año de su estreno en Serie A. Su directiva tenía grandes expectativas con una plantilla mezcla de veteranía y juventud en la que brilla en defensa el luego célebre (como técnico) Marcello Lippi o en el centro del campo Frustalupi, que había ganado el scudetto con la Lazio años atrás. Pero les falta, o eso creen, un crack. Un punta que asegure los goles necesarios para estar tranquilos en una Serie A tan competitiva. Para pescar en el extranjero el segundo entrenador, Giuseppe Malavasi, fue enviado a Brasil. La primera intención era incorporar a Palinho, del Palmeiras, pero el presupuesto no le da para tanto. Parece ser que estando el técnico del Pistoiese en Sao Paulo una noche cenando un representante de futbolistas le aconseja ver un amistoso entre Ponte Preta y el Comercial de Ribeirao Preto. Malavasi se queda maravillado con un atacante llamado Luís Silvio Danuello que está cedido por el Palmeiras en el Ponte Preta. Luís Silvio parece muy veloz y que además cuela tres goles. El ojo crítico del enviado por el Pistoiese no aprecia las marcas laxas de los defensores y obvia igualmente que en realidad Luís Silvio es -o había sido hasta poco antes- de profesión repartidor. El precio le cuadra y el prestigio de Juan Figer, que es el agente del jugador, le termina de convencer. Después se supo que el famoso partido amistoso Ponte Preta-Comercial fue en realidad una gigantesca puesta en escena del Palmeiras para engañar al pobre Malavasi. Pero nada importaba entonces porque el Pistoiese ya tenía su crack extranjero y por un precio bastante sensato.
Luís Sivio Danuello aterrizó el 10 de agosto de 1980 en Fiumicino junto al legendario Paulo Roberto Falcao. Pero mientras el centrocampista de la Roma era recibido como un rey, el nuevo jugador de la Pistoiese apenas figura como una noticia secundaria y en el control de pasaportes incluso casi corre el riesgo de ser devuelto a Brasil. En el propio aeropuerto un periodista le preguntó a Falcao por las cualidades de su compatriota y éste le respondió: “¿Quién? Nunca he oído hablar de él”.
Después, en la primera toma de contacto con su nuevo entrenador Lido Vieri, empieza a vislumbrarse el drama. Vieri le pregunta a Luís Silvio si era delantero y le brasileño le responde que sí. El problema es que en italiano delantero se dice “punta” y en portugués “ponta” significa extremo. Es decir, Luís Silvio en realidad no era un delantero centro sino un extremo centrador.
Antes de que arrancara el campeonato, “La Stampa” hace un reportaje sobre los once nuevos extranjeros y se olvida de colocarle una foto sobre la pieza dedicada a Luís Silvio. El compendio de virtudes con el que se describe al atacante se limita a: “dicen que corre los cien metros en once segundos. Entonces, es un velocista”. También en el diario de Turín en el perfil de Danuello se puede leer que: «No se sabe mucho desde el punto de vista técnico».
Y, sin embargo, el comienzo del campeonato parece prometedor y Luís Silvio obra su primera asistencia en el encuentro de la segunda jornada ante el Udinese. Un centro desde la derecha -su demarcación natural- que remató en plancha Benedetti para el 1-1 final. Pero ahí se acabó. El brasileño se faja sin éxito ante las potentes zagas del Napoli, Bologna y Ascoli y demuestra su incapacidad para competir en la Serie A, al menos como delantero. El club ficha en otoño a un verdadero nueve como Vito Chimenti y Luís Silvio empieza a desaparecer del once primero y de las convocatorias después. En total el fichaje estrella de Pistoiese juega seis partidos en Liga y uno en Copa. En “Il Corriere della Sera” se escribe un artículo sobre él titulado “Puede que sea futbolista, pero en Italia es un turista”.
Y Luís Silvio sigue al pie de la letra el consejo del periodista y pasa los fines de semana viendo cine o viajando por Venecia, Roma, Florencia… En los partidos en los que la Pistoiese juega como local se sienta y en las gradas y recibe de los aficionados más jóvenes. Apenas tiene veinte años y siente saudade por su tierra. Llega a afirmar: “Tal vez fui demasiado lejos al venir a jugar a Italia. Si la Pistoiese hubiera querido un campeón habría tenido que gastar tanto dinero como la Roma en Falcao. Yo era sólo un joven prometedor y no es cierto que fuera un desconocido». Su paso por Italia deja también una entrevista en la que aparece junto a su esposa, que es la que realmente habla italiano, en la que explicó que una vez le pidió a un reportero tras un entrenamiento que le presentara a la bella Ornella Mutti (para enfado de su mujer, claro).
Existe una manifiesta analogía entre la historia de Luís Silvio y la película de 1984 “L’allenatore nel pallone” de Sergio Martino. En ella el delantero brasileño contratado para salvar a un ficticio equipo recién ascendido a la Serie A se llama Aristóteles (dado que no podían aspirar al Sócrates del Corinthians). La principal diferencia de la ficción a la realidad es que el equipo de la película de Martino se salva mientras que la Pistoiese de la 80-81 descendió con apenas 16 puntos.

Una historia así, claro, debía tener también su parte de mitos y leyendas. Como que una vez acabada la temporada Luís Silvio se había quedado vendiendo helados en el bar del estadio o que en realidad era un pizzero en Brasil al que habían vestido de futbolista para timar al Pistoiese. Luís Silvio, que después de la naranja del Pistoiese jugó para varios equipos menores en Brasil- se defendió diciendo que “cuando regresé a Brasil, ayudé en la pastelería de mis padres y luego volví a mi negocio habitual. Yo no era Cruyff ni siquiera Pelé. Simplemente era un buen futbolista. No el salvador del país«.
Lippi, luego Campeón del Mundo como técnico, dijo de su ex compañero que parecía “un pollo mojado con una ternura enorme”. El periodista Furio Zara le incluyó en su libro “Bidoni” como uno de los cien paquetes más importantes del Calcio. Porque un bidoni en Italia es uno de esos jugadores de los que se espera mucho y dan poco o nada. Y Luís Silvio, aunque no fuera su culpa, es considerado allí el emperador de los bidones. Como puede resultar el serbohúngaro Atila Kasas para los amantes del fútbol friki español.

La mejor parte de esta historia es el cariño con el que se trata a Luís Silvio todavía en Pistoia. Este diciembre el brasileño, que ahora es propietario de un negocio de recambio de automóviles en su país, viajó hasta Italia para recibir el calor de la que fue su afición por apenas seis partidos. El Pistoiese, refundado por última vez este mismo año, pelea ahora por recuperar parte de su prestigio desde la Serie D. Y para enganchar a sus aficionados invitó a Luís Silvio a un homenaje el pasado 2 de enero para el que incluso diseñaron una colección limitada de camisetas que autografió el ex jugador con el cromo que Panini le dedicó en el álbum de esa 80-81. Unos 150 nostálgicos se acercaron a la tienda del club junto al estadio Marcello Melani y un emocionado Luís Silvio les dedicó unas palabras: “Cuando llegué a Pistoia por primera vez era tan joven que no entendía mucho. Hoy, sin embargo, estoy muy sorprendido, pero feliz, porque la gente todavía me quiere”. La nostalgia de unos tiempos que difícilmente volverán para la Pistoiese han convertido al “Bidoni” en un astro para el humilde. Un cuento de fútbol de Navidad.
Fuentes:
https://www.ultimouomo.com/bidone-piu-famoso-italia-luiz-silvio-danuello


