Mi última crónica (1-0)

Lo he prometido y así será. Ya no voy a escribir más en este blog sobre el Córdoba. Al menos, de éste. No ha sucedido nada especial en mi vida para llegar a este punto. Simplemente, estoy agotado y no voy a poder aportar nada más. O nada que no haya contado ya.

Empiezo por el partido. Horrible. No del Córdoba. O no solo del Córdoba. De ambos. Imprecisiones, desajustes tácticos, nervios, despejes, pelotazos. Infame. Habrá quien haya visto en las alternativas algo más, pero yo he notado dos conjuntos tan necesitados como merecedores de su situación. El Zaragoza –el segundo peor equipo como local- marcó aprovechando el error de cada fin de semana que el Córdoba regala a domicilio. Esta vez fallaron los centrales y también el portero. Luego pudo incluso haber hecho más daño con un penalti clarísimo de Joao Afonso, pero Kieszek rectificó su error adivinando el –mal- disparo de Borja Iglesias. Para colmo, el sostén Edu Ramos –que fue empleado como sorprendente lateral- se rompió y Jorge Romero tuvo que meter a Loureiro, a quien luego reemplazó en la segunda parte para buscar el empate a la desesperada.

En este acto final el Córdoba controló el balón y se volcó con más corazón que temple y juego sobre el área rival. Pero los únicos con algo de profundidad y criterio fueron Javi Galán y Jovanovic, cuyas acciones terminaban casi siempre en el limbo. Con los reajustes y el acongoje del rival llegó la más meritoria de las jugadas blanquiverdes, con un pase de Markovic que terminó con un penalti sobre Jovanovic que Alfaro –que acababa de entrar y no debía haberlo lanzado- erró (o desvió Cristian). Con eso y un taconazo peregrino de Markovic que desesperó unánimemente al personal se acabó la decimoquinta derrota del Córdoba en 24 partidos.

Pero no es la clasificación la que me invita a dejarlo. Es la sensación que me invade de que me he perdido algo. No entiendo que haya que ser más benevolente con éste grupo de jugadores porque se haya marchado el anterior propietario –cuya gestión es la culpable de que el Córdoba vaya a descender con casi total seguridad-. Como tampoco entiendo que ahora se vea de color de rosa lo que antes era de color caca. No comprendo que se defienda lo que antes se atacaba ni tampoco que se obvien contingencias que antes no se obviaban. Ni me gustaba ni creo que sea defendible la gestión ni la herencia de Carlos González (lo he escrito y dicho mil veces, pero hay quien no lo quiere creer), pero tampoco podemos –o eso creo yo- vivir escudándonos y excusándonos en eso. Y no lo digo, recalco, por lo de hoy.

Por tanto, como creo que mi aportación al cordobesismo llegado a este punto no va a ser la que se puede esperar (y como en mi blog mando yo y nadie me paga por lo que escribo), hasta aquí he llegado. Al menos yo. Ojalá que con mi último punto se escriba algo sobre la última derrota. Ojalá que todas esas voces optimistas estén cargadas de razón. Yo no puedo más. Para lo demás, y para lo que queráis, ya sabéis donde estoy. Agradecido a quienes me hayáis leído y enhorabuena a quienes no les gustara que escribiera del equipo que, pese a todo, sigo considerando también mío. Hasta siempre.